Vayas por donde vayas te encuentras una caterva de personas ausentes del mundanal ruido. Estás hablando con alguien, y él con disimulo mirando a su smartphone, estás hablando de la vida de los peces y de pronto tu interlocutor te contesta, ¡la última aplicación XXX es la repera. Vas a comer y ahora se ve como la mayoría come con una mano, pues la otra la tiene ocupada con el teléfono. Intentas iniciar una conversación y empiezas hablando del tiempo y tu interlocutor te dice ¡Espera que te lo miro en Google ¡Que no, que yo solo quiero empezar una conversación!. Vas al médico y no sabes si van porque les duele la barriga o el dedo de la mano de tanto utilizar el aparatito en cuestión. Estamos ante una legión de personas compulsivas, de parejas que ya no se cruzan la palabra porque están chateando, o de familias enteras que pasan de sus deberes paternos filiales porque su nuevo juguete les llena la vida. Como ya sabéis de lo que estoy hablando no abundo más en la llaga.
Ahora lo que más llama la atención es ir por la calle o a cualquier
acontecimiento sin tu smartphone y no enseñarlo, entonces si eres un bicho raro,
pero lo que es más llamativo es el hecho que estés desconectado o no contestes
a un mensaje entonces eso son palabras mayores.

Y ahora os dejo con "El hombre sin Whatsapp: un pobre diablo solo y sin amigos"
No hay comentarios:
Publicar un comentario