Como ya ha
pasado más de veinte días desde mi último artículo sobre este asunto, quiero realizar
una pequeña recapitulación para volver a retomar el tema en cuestión.
a) El mundo ha
estado, está y estará lleno de tramposos; eso no lo duda NI EL TATO; y, lo que
es peor, en todos los órdenes de nuestra vida diaria. Pero acotando el tema al
deporte en general, no hay disciplinas que se libren de esta plaga. Todos
conocemos casos de dopaje en el ciclismo, atletismo, coches- F1, etc. Todos iguales todos distintos. En
todos los deportes se roza o se traspasa, día sí y otro también, los límites
legales y morales. Ejemplos, tenemos a cientos.
b) Los
tramposos, en un caso elevado, suelen quedar impunes; motivos, muchos; unas
veces, porque van por delante; otras, por falta de pruebas; otras, porque se hacen
mal las cosas, etc.; pero eso, para un sistema de libertades como el nuestro no
es malo, sino todo lo contrario. Como dijo el filósofo, es mejor un mal sistema
que un sistema injusto.
c) El quid de
la cuestión está en conseguir pruebas fehacientes y
determinantes sobre la fechoría. Suelen ser difíciles de conseguir, pero eso es
lo bueno de nuestro sistema. No podemos funcionar solo por sospechas, indicios,
presunciones o meros chivateos.
d) Frente a esta
lacra, se lucha actuando y pillando al tramposo in fraganti -asunto muy, muy
complicado- y siempre, respetando sus derechos y garantías jurisdiccionales,
derecho que tiene todo españolito por el mero de serlo. Si lo queremos
para nosotros, también debemos de quererlo para los demás. Otra cosa es que en
el dicho popular unos tienen más y mejores derechos, pero eso es
otro asunto que no es debatible aquí.
f) Y por favor,
no disparen al pianista, pues este servidor es el primer interesado en que esta
lacra desaparezca del firmamento; pero lo cortés no quita lo valiente, y toda
esta retahíla de garantías ayuda a que las cosas se hagan bien; y si no es así,
a que se hagan mejor. Me gustaría concluir
con un resumen aclaratorio referido al ajedrez de alto nivel y cómo no sobre mi
texto base para esta serie de artículos que no es otro que los publicados en
Chessbase por Frederic Friedel.
5. El problema
La mayor parte de los grandes maestros de primera fila comprenden demasiado bien como pueden afectar los ordenadores al resultado de una partida. Al contrario que para un aficionado que juegue 600 puntos Elo por encima de su nivel, para quien el ordenadores debe dictarle prácticamente todas las jugadas, un fuerte gran maestro solo requiere ayuda ocasional para mejorar su rendimiento de manera considerable. Normalmente hay unas pocas posiciones críticas en las que un jugador debe decidir si puede funcionar un plan prometedor o si tiene alguna debilidad táctica.5. El problema
El problema se ha agudizado por el hecho de que solo se necesita pasar muy poca información en muy pocas ocasiones. Un ejemplo que pone es del supertorneo de GMs en Las Palmas en 1996. En la ronda cuatro de ese torneo, Garry Kasparov jugaba contra Anand. En la jugada veinte, Kasparov se sumió en profundas cavilaciones. Jan Timman comenzó a especular si las blancas no podían jugar la muy forzada 20.g4. El segundo de Kasparov, Dokhoian confirmó inmediatamente: “¡Eso es lo que está mirando!”. Mientras tanto las blancas jugaron 20.Ad5. La partida duró seis horas, Anand se defendió con mucha tenacidad y entorno a las diez de la noche, para gran disgusto de Kasparov, se acordaron tablas. Cuando acabó la partida le comentaron que ¡Con 20.g4!” ganaba la partida, lo que le contrarió profundamente. “¡Pero si lo vi! No servía. Todo lo que Kasparov necesitaba era un bit de información: No necesitaba recibir el mensaje “20.g4! gana”, sino sencillamente “Hay una ganadora” o incluso, en este caso concreto, “¡La jugada que sabemos que estás analizando funciona!” Eso hubiera bastado para decidir la lucha a su favor.Y ahora os dejo la partida en cuestión.
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